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Casa Carrillo

Don Alonso Carrillo de Acuña nació el año 1410, fue obispo de Sigüenza y arzobispo de Toledo, también llegó a ser ministro y privado del Rey Enrique IV de Castilla, hijo de Juan II.

El reinado de Enrique IV es uno de los más tristes y calamitosos de la historia de Castilla. El mentado rey estaba rodeado de ambiciosos, como era el arzobispo de Toledo, Don Alonso Carrillo.

El arzobispo Carrillo consiguió la merced del Rey Enrique IV, de un alumbre (sal que resulta del ácido sulfúrico con la alúmina - óxido de aluminio- y la potasa; se usaba como mordiente en tintorería) para su explotación, situado en el campo de Olivedo, dentro de la tierra de Igea, o sea a la margen izquierda del barranco la Llasa o de la muga en la zona denominada con el nombre de Las Minas, y en su parte más baja como los cerrados.

Fue D. Alonso de Carrillo, nos dice Alonso de Palencia, en sus crónicas de Enrique IV, de los acuciados por la sed del oro, que trabajaron sin descanso en el descubrimiento de la maravillosa "piedra filosofal" y en la falsa empresa iba disipando gran parte de sus cuantiosas rentas.

Un tal Alarcón, muy instruido en artes de alquimia, hombre malvado y embaucador, vino a ser quien se convirtiera, para el Arzobispo, en " hombre acepto, más amable y más amado, depositario de su confianza y objeto de su mayor benevolencia" Logró para él una sustanciosa renta de 500 florines aragoneses, de parte de la princesa, Dña. Isabel, a quién más tarde abandonó el Arzobispo, para pasarse al bando de su enemiga la Beltraneja.

En la parte de Olivedo viniendo de las montañas que sirven de línea divisoria a las cuencas del río Alhama y del río Linares, hacía Rincón de Olivedo presentándose alunita (roca de donde se extrae el alumbre) con gran frecuencia en terrenos de pizarras y arcillas, entre las que se mezclan las piritas de hierro. Cuando dejamos el campo de Olivedo y vamos penetrando en el de Igea, entre las areniscas se intercalaban algunas capas de calizas negras con fósiles de agua dulce más gruesas que en el mentado y que, ya en Igea, se convierten en auténticas canteras de pizarras negras, que serían usadas para la construcción del palacio del Marqués de Casa Torre y las esbeltas columnas de la iglesia parroquial, se mezclan piritas de hierro entre conglomerados de color verdoso o gris cuarzoso.

Si vamos de Igea hacia Rincón de Olivedo y en el último puente antes de llegar a ésta localidad, se encuentra un camino "llamado camino de la Casa Carrillo" el cual lleva a los menguados restos (si es que quedan algo) lugar donde se pretendió explotar el Arzobispo y muy cerca del cual, se construyó la Casa Carrillo, concretamente en la margen izquierda de la carretera de Cornago, cercano al kilómetro 13 y a unos 30 metros de la carretera hacia el río Linares, o mejor dicho a la derecha del camino viejo que subía de Las Casas a Igea, cerca de donde se sacaba el alumbre, se levantó la casa del Arzobispo Carrillo. El arzobispo no solamente consiguió del Rey Enrique IV la merced de explotar el alumbre sino también el hacer los edificios necesarios que creyera el arzobispo "sin licencia".

El consejo de Cornago no solamente vio mal la donación hecha a D. Alonso Carrillo, sino que peor vio el edificar sin licencia, ya que con ello perjudicaba a sus ganados, porque los terrenos que iban a ocupar no podían aprovecharlos sus ganados (que bajaban desde la Sierra a las riberas del río Linares) no obstante el consejo de Cornago nombró a cuatros personas veedores para la vigilancia de sus terrenos, y ver de qué manera se hacían dichas obras o edificaciones, al principio no se opusieron por venir de tan alto dignatario, y por traer la licencia Real.

Cuando los cornagueses se dieron cuenta de que los edificios no estaban de acuerdo con la explotación del alumbre, salieron en defensa de sus legítimos derechos. Al parecer debieron destruir las edificaciones, pero con ayuda del Rey Enrique IV, volvió a hacerse la Casa Carrillo y sus edificaciones anejas.

Los edificios construidos en el Campo de Olivedo para la explotación de alumbre se les llamó "Casa Carrillo", dicha casa tenía un subterráneo que salía al río Linares, y según algún autor tenía su barbacana con su chalet o cortijo, cercada de tapias y almenas alrededor.

La fecha en la que Enrique IV donó estas tierras al arzobispo sería por los años 1454-1457, ya que a partir de entonces las relaciones entre ambos no fueron buenas. El rendimiento minero debió ser muy poco beneficioso, si es que las circunstancias le permitieron explotarlo.

Hernando del Pulgar en su obra Claros varones de España, al hablar del arzobispo dice: "Era onme belicoso e siguiendo esta su condición plazíale tener continuamente gente de armas é andar en guerras é juramentos de gentes", también dijo: "... gastando mucho y deseando gastar más, murió D. Alonso Carrillo pobre y endeudado".

Los edificios construidos junto al minero de alumbre o alunita, se convirtieron en "casa fuerte", con su gran y extensa tapia, andamios, almenas alrededor y dentro una torre con su cortijo y barbacana.

El rey D. Enrique IV destierra en 1.459 al señor de Cornago, D. Juan de Luna y confisca sus bienes, este hecho complica más aun las cosas. Ni siquiera la amistad firmada en 1.462 entre los reyes de Aragón y Castilla resuelve el problema. Una de las condiciones de esa reconciliación era la de entregar el castillo de Cornago al Arzobispo Carrillo, que tanto lo había ambicionado siempre, pero ni el alcalde ni mucho menos el pueblo lo admitieron y no se cumplió dicha orden.

En el año 1464, por Real Cédula de 12 de Abril de S.M. el Rey Enrique IV, concedía el señorío de la villa de Cornago al señor Don Juan Beamonte.

El arzobispo Carrillo, tomó parte activa en la batalla de Medina del Campo (1467). Luego se pone de la parte de Isabel I.

En 1468, el arzobispo de Toledo, Don Alonso Carrillo de Acuña sigue con sus pretensiones y hace que la Reina Doña Isabel I de Castilla, al ser reconocida como princesa y heredera de Castilla, en pago a los muchos favores recibidos por el arzobispo, le conceda Cornago con su fortaleza. El arzobispo Carrillo celebró la concordia en Cebreros (Ávila) el 19 de Septiembre del mentado año, y en una de las cláusulas de la concordia se ve la codicia como se ve en las restantes y dice: "Item que la dicha señora Princesa faga dar e entregar luego dentro de ochenta días primeros siguientes desde hoy del dicho día, la villa de Cornago con su tierra y fortaleza al dicho Arzobispo de Toledo o a quien su poder oviere".

Eran años muy agitados, la vecina Navarra se desangraba, a causa del asesinato el 23 de noviembre de 1469, del obispo de Pamplona, Don Nicolás Chavarri, por Mosén Pierres de Peralta, obispo de confianza del señor de la villa de Cornago, Don Juan Beamonte, este asesinato ocasionó graves consecuencias, como luchas entre Agramonteses y Beamonteses y la formación de cuadrillas de bandoleros que ocasionaron grandes incendios y saqueos. El Arzobispo convirtió su casa de campo de Olivedo en refugio de gentes de armas.

Las gentes del arzobispo, unidas a las huestes de Navarra, causaron grandes daños en los bienes y personas de la aldea de Igea, se les robaba ganado, les salteaban en los caminos, ocasionándoles algunas muertes, y en cierta ocasión las gentes del arzobispo y de Navarra saquearon la aldea de Igea, robando muchos ganados mayores y menores, enseres de las casas, marchando con la cabalgada a la Casa Carrillo, donde se hizo el reparto entre las gentes del arzobispo y de Navarra.

La réplica de igeanos y cornagueses, con licencia del rey y mandados por D. Juan de Luna, señor del castillo de Cornago, fue entrar y tomar por asalto la casa carrillo, derribar parte de ella o aportillar su tapia.

A favor de la casa carrillo, iban los súbditos del Conde de Aguilar, hasta tal punto llegó que, compraban los ganados robados, también le ayudó el conde con sus vasallos a luchar contra los cornagueses y contra la aldea de Igea dando refugio en sus tierras a los perseguidos estos.

Ni todos los buenos deseos, juramentos y promesas de la entonces Princesa, heredera de Castilla, Isabel, fueron suficientes para que el Arzobispo Carrillo consiguiera ser dueño de Cornago y su castillo, que estaba en manos de D. Juan de Beamonte, pero que pronto volvió a las de sus legítimos propietarios "Los Lunas", en Dña. María de Luna.

Después de dos años de inquietudes y ambiciones por parte de Carrillo, la reina Isabel I de Castilla entabló con el arzobispo Carrillo negociaciones de paz, y volvió a la gracia de la Reina mediante la rendición de todas sus fortalezas, en 1478. Desde entonces hasta su muerte, el arzobispo Carrillo, se consagró a cumplir con las obligaciones de su sagrado ministerio.

En 1482 moría el incansable, afanoso y apasionado arzobispo Don Alonso Carrillo y Acuña dejando la casa Carrillo a su hijo D. Zoilo Carrillo Acuña, conde de Agosta (Sicilia), casado con Dña. María de Peralta, que fue condesa de Santisteban y señora de Marcilla, Peralta, Funes, etc.

Los condes de Aguilar, D. Carlos de Arellano, señores de Cameros, compraron la Casa Carrillo, lo que disgustó mucho a los de Cornago, que temieron un nuevo florecimiento de esta antigua y odiada fortaleza dentro de sus tierras.

Los nuevos dueños trataron de mejorar sus tierras y quizás de explotar sus minas. Aquí es donde se comienza a hablar de una nueva heredad: Casa de Río Xea y la casa del aguacil, sin que se determine el sitio exacto de su localización.

El arzobispo fue comprando algunas fincas a los vecinos de Igea y formó una sola pieza, que intentó repetidamente cercar (se llama Los Cerrados) y que actualmente atraviesa la carretera de Igea a Cervera. El nuevo dueño, el conde de Aguilar, intentó como D. Alonso Carrillo, cercar su heredad, pero los vecinos de los pueblos derribaban la cerca, por lo que acudió a la Chancillería de Valladolid, que le dio sentencia favorable. Nada consiguió dicha sentencia, ya que la cerca impedía el acceso de ganados al río Linares, cuando venían de Carnanzún y también les molestaba para pastar en estas tierras favorables.

Los Igeanos y Cornagueses impidieron al conde la plantación de viñedos, ya que podría ser el primer paso para el posterior cercado de las tierras. Le negaron el agua para el riego, a no ser en años de gran abundancia de agua, alegando que dichos campos cuando pertenecía a los vecinos de Igea, nunca habían tenido derecho a aguas.

Las aguas se recogían en el valle Yueco y con ellas se regaban, bajo estricta vigilancia los términos de Valdecerezo, Fuente Morota, Campillo de Cabaña, La Muñera, Cuestarey, Pago del Villar, La Cañada y Radalcasas y solo cuando sobraba agua, el campo de Olivedo y esto después de pagar el agua.

Una nueva revuelta a mano armada de los vecinos de Cornago, contra la casa carrillo en 1.503, ocasionó grandes daños, que por sentencia de la Chancillería de Valladolid, se atribuyeron a los vecinos de Alvaro de Virnuega y Antón de Blas, tal vez por ser los cabecillas, a quienes confiscaron sus bienes. Esta vez si que se cumplió la sentencia.

Siguieron las disputas de los de Cornago con el conde de Aguilar y con los vecinos de Igea, desde que esta villa alcanzó total independencia y el título de villa en 1.661

Hasta el cabildo eclesiástico de Cornago hubo de pleitear con los condes, y así en 1.657 se condena a la casa Carrillo al pago de los diezmos que les correspondían.

Solo la abolición de los señoríos, privó a los condes de Aguilar de la casa Carrillo en 1805, quedando ésta como coto cerrado. La totalidad de sus tierras volvieron a los vecinos de Igea, pero ahora como siempre el campo de Olivedo sigue sin derecho a las aguas de riego, que si quiere ha de comprarlas.

El nombre de la "Casa Carrillo" todavía no se ha perdido y tampoco el camino de la casa Carrillo

Allá, en el Km 13 de la carretera de Igea a Cornago aparecen los restos de lo que fue la casa Carrillo, que tantos sin sabores causó a Igeanos y Cornagueses. Queda una ruinosa tapia de canto rodado de unos 30 metros y otra destruida que debió continuarse con tapial. En el ángulo que forman ambas, hay un hoyo de forma casi cuadrada, bordeado de pared más fuerte, que es tal vez, el cimiento de la torre de que hablan los documentos y que defendería la puerta que se aprecia allí mismo.

BIBLIOGRAFÍA:
Etnología de Rincón de Olivedo o Las Casas, de José Mª Solano Antoñanzas.
Periódico local Palallana nº7 Mayo de 1980

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