A orillas del río Linares, a unos dos kilómetros de Igea, en medio de su vega, entre olivos y frutales se encuentra la ermita dedicada a San Roque, sobre lo que parece ser una antigua fortaleza y quizás, arranque de un perdido puente sobre el río.
Construcción en manpostería y sillarejo, de una sola nave pequeña y de muy escasa altura, con tres tramos y cabecera, el tejado se apoya en toscanas columnas y arcos rebajados, con lunetos y rústica bóveda.
La sacristía cubierta de madera a la vista y la puerta de arco de medio punto, coronado de sencilla espadeña de un hueco en ladrillo.
Los muros exteriores, muy difíciles de definir, parecen del siglo XVI, pero la cubierta no se debe remontar más allá del siglo XVIII.
El retablo lo robaron de la ermita de San Roque en 1978, cuando apenas se había terminado la total restauración de la ermita, que durante años había estado en muy deficiente estado de conservación es de la segunda mitad del siglo XVI. Su estilo es Manierista. Consta de dos cuerpos y tres calles con cinco tablas pintadas y la imagen de San Roque de 81 cm. de altura.
Las dos tablas inferiores desaparecidas miden 79 cm. x 43 cm. y representaban: en la izquierda al perro robando alimentos para San Roque; en la derecha San Roque es encontrado en su retiro.
Las tablas superiores miden 67 cm. x 43 cm. En la izquierda se representa a San Roque dando sus vestidos a un pobre y en la derecha San Roque está sanando a un apestado.
La tabla central es un Calvario: Cristo en la cruz, la Virgen y San Juan.
Ahora, en sustitución de lo sustraído se ha puesto una hornacina en la misma pared, en la que se ha colocado la sencilla imagen de San Roque adquirida por suscripción popular.
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